Elecciones gallegas y el factor nacional
Al PSdeG (19,38%) le falta antena galeguista… Y si no es capaz de sintonizar con esa franja persistente del electorado le va a resultar bien difícil una reconexión high fidelity en Galicia. Fernando González Laxe y Emilio Pérez Touriño, los dos presidentes socialistas que ha tenido la nacionalidad histórica hasta la fecha, gestionaron teniendo presente esa clave.
La llegada hace unos días de Juan Carlos Monedero con el mensaje de campaña de que el Gobierno necesitaba que le echasen una mano «desde los territorios» no pudo ser un discurso más equivocado. Una disrupción poderosa… «Outra vaca no millo», que diría el clásico…
«Somos una fuerza política, junto con Anova y las Mareas, que nació para gobernar… Ahora empieza otra etapa en la que, estando en el gobierno, necesitamos los territorios. Somos un país plurinacional; un país autonómico, que es como si fuese federal», observó el profesor de Políticas.
Y es que el Gobierno progresista o su mensajero no pueden enfatizar por esa vía, sin asumir un riesgo considerable. Es lo que tiene la polisemia. El problema es el «necesitamos», que coloca al «territorio» en una posición inoportunamente subordinada, por más que explique después Monedero que «somos un país plurinacional».
Ese mensaje así servido, que despide un cierto aroma colonial, es terreno abonado para el BNG, su directo competidor que, en pleno ascenso a la cumbre electoral, ha terminado por ser el receptor del voto de sus simpatizantes. El Bloque ha laminado el espectro Mareas, al que, no obstante, solo le faltó un punto porcentual para obtener representación. Fue el gran fallo de las encuestas, que calcaron la cuarta mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijoo (47,98%).
Sí, el de Galicia en Común ha sido, entre otras muchas cosas, un problema de coherencia en el relato o simplemente la escenificación descuidada de unas contradicciones no bien resueltas, inherentes al propio conglomerado de fuerzas políticas que integran el magma Mareas. Porque las elecciones gallegas se jugaban con un pico de expectativas muy alto para el BNG (23,80%), y Galicia en Común (3,93%) puso el foco sobre todo en el factor social, en un momento determinante de crisis Covid y sufrimientos sobrevenidos. (Podemos hegemonizó las candidaturas, los nacionalistas de Anova fueron compañeros de viaje, en posiciones de las listas mucho más delicadas).
Esta carencia de pálpito territorial, nacional, se hace evidente también en las siglas socialistas, nubladas por una campaña desafortunada, como congelada en un tiempo invernal. Gonzalo Caballero, un economista honesto, muy tardiamente aterrizado en el Parlamento gallego, donde se cuece casi siempre el cartel electoral autonómico, poco pudo hacer por hincarle el diente a la compleja y extraña contienda, más allá de su actuación en un debate televisivo en el que proyectó, sin estar mal, una actuación discreta.
La ausencia de un discurso más allá de las necesidades económicas y sociales de Galicia, la falta de vitola galleguista, que en otros tiempos le proporcionó la suma de cualificados activos, la proyección de una imagen sólida y distanciada lo suficiente del aparato de Madrid como para resultar atractiva –no olvidemos que son elecciones autonómicas: las elecciones nacionales de Galicia– son factores que ningún partido alternativo al PP debe desdeñar.
El PP jugó la baza del PNV. Feijoo convocó, y no por casualidad, las elecciones para el mismo día que el nacionalismo vasco. Empezó con pátina galleguista y terminó anunciando, con la victoria en la mano, un plan económico, para el que desea contar con el apoyo del BNG y PSdeG. También ha hecho algo similar Urkullu, con su plan a tres años para fijar empresas en Euskadi.
Si algo ponen en evidencia estas elecciones es que los factores galleguista y nacionalista han ido muy por delante. Feijoo lo entendió y jugó el partido a su manera: evitó la entrada de Cs y Vox y salió en las fotos de campaña con el machacón Galicia, Galicia, Galicia y las siglas del PP en minúsculas, por aquello de evitar el contagio Casado. Y adosado al eficaz marchamo del nacionalismo vasco moderado, que pone los pelos de punta al presidente del PP madrileño.
El BNG hizo su trabajo con una candidata joven pero ya veterana en estas lides, coherente en el discurso, con una buena gestión de las emociones, y que salió vencedora en el debate de la TVG. El Bloque repitió el sorpasso al PSdeG, como en 1997 el entonces candidato Xosé Manuel Beiras.